La media de pares de zapatos en cualquier hogar occidental es bastante alta. De hecho, un país como Estados Unidos, según datos oficiales, deshecha cada año 300 millones de pares. Muchos de ellos en perfecto estado de uso. Mientras, en países del tercer mundo, donde millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza, vivir descalzo es habitual.
Sólo en India, alrededor de 250 millones de personas, muchos de ellos niños y niñas, no disponen de calzado. Y no se trata de un simple problema de comodidad en el día a día. No es sólo que caminen kilómetros con los pies desnudos hasta sus escuelas, cuando pueden ir a la escuela… Patologías graves como la anquilostomiasis o la elefantiasis están relacionadas con la ausencia de calzado. Hace unos años tuvo cierto éxito una campaña que animaba a pasar un día descalzo para tomar conciencia de la situación. Y diversas asociaciones y fundaciones tienen entre sus objetivos proporcionar calzado a personas que lo necesitan en todo el planeta. Aunque es una situación sobre la que a menudo se presta menos atención.
Frente a la realidad de datos como estos, podemos entender mejor las imágenes de este vídeo. Una mujer occidental, de viaje por Uganda, decide regalarle un par de zapatillas extra que llevaba en su mochila a una joven ugandesa descalza. La muchacha nunca en su vida había tenido calzado. La anécdota, relatada en su cuenta de Instagram, sucedió en el Parque Nacional Bwindi. Esta es la reacción.
