Claves a recordar en el Día Internacional de los Bosques, que celebramos cada 21 de marzo.
«Si no asumimos el valor de los servicios que nos ofrecen los ecosistemas, la necesidad de gestionar correctamente los recursos naturales y el hecho de que vivimos en un planeta con límites biofísicos, nos veremos abocados a crisis cada vez más frecuentes y más severas, a las que pondremos el adjetivo de sanitarias, climáticas o migratorias, pero que tienen como elemento común un problema sistémico», ha declarado Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España.
Greenpeace aprovecha el Día Internacional de los Bosques para recordar que la tala y deforestación masivas tienen consecuencias graves para todo el planeta. Señalan en particular que la destrucción de las grandes masas verdes tropicales de la Amazonia y la Cuenca del Congo «está permitiendo que los seres humanos entren en contacto con poblaciones de fauna silvestre portadores de virus, bacterias y otros microorganismos (patógenos zoonóticos) a los que generalmente los seres humanos no habían estado expuestos». Un deterioro ambiental que, como advierten los expertos, agrava la permanencia entre la población de estas enfermedades zoonóticas. Y de hecho, esta deforestación masiva se espera que aumente los brotes de enfermedades zoonóticas.
Un aumento de enfermedades emergentes con origen en la crisis ambiental
Un estudio afirmó que alrededor del 30% de los brotes de enfermedades nuevas y emergentes como el virus Nipah, Zika y el Ébola están relacionados, precisamente, con estos cambios de uso de la tierra.
A la luz de datos como los expuestos, Greenpeace señala que, sin dejar de solidarizarnos con los familiares de las personas fallecidas y afectadas por el Covid-19, es también clave poner encima de la mesa estas realidades y pensar en el futuro en términos de prevención de futuras pandemias. Y en ese contexto los datos son claros: se estima que el 58% de las enfermedades infecciosas proceden de los animales, son zoonóticas, así como el 73% de los patógenos emergentes o reemergentes. Más de dos tercios de las enfermedades zoonóticas se originan en la fauna silvestre y en los últimos 50 años, ha habido un gran aumento de las enfermedades emergentes que se han atribuido a la invasión humana del hábitat, en particular en los “puntos calientes” de las enfermedades en las regiones tropicales. Como escribía Andrea Pinchera en un artículo reciente, pandemias como la del coronavirus responsable de la Covid-19 son ejemplo de la respuesta de la naturaleza a las embestidas del hombre.
Riesgos de la pérdida forestal
La tala, la caza, la alimentación y el tráfico internacional de fauna silvestre plantean un riesgo considerable de transmisión de patógenos entre especies. Y, debido a las altas densidades de población y al comercio internacional, los efectos de esta transmisión pueden extenderse por todo el mundo, advierte Greenpeace.
Riesgos que aumentan mientras el planeta sigue perdiendo bosques. Los últimos datos disponibles de la FAO señalan que entre 1990 a 2015 se registró una pérdida neta de unos 129 millones de hectáreas de bosque. Una pérdida de masa forestal que ha supuesto además la emisión a la atmósfera 98.7Gt de CO₂, agravando el cambio climático.
Desde el colectivo ecologista recuerdan que experiencias previas con el sida, el ébola, las vacas locas, o la gripe A, muestran algunos elementos en común. «El principio de precaución es una herramienta fundamental para minimizar los daños. Las políticas preventivas evitan la pérdida de vidas humanas y reducen los altos costes económicos de estas crisis; un buen sistema de salud público es vital para asegurar una cobertura a toda la población; y un medioambiente saludable, con recursos naturales bien gestionados (aire, agua, alimentación), son una salvaguarda para hacer comunidades más resilientes a estas crisis», subraya Soto.