Devastadoras consecuencias del modelo de “moda rápida” de los países ricos.

“La industria de la moda rápida (fast fashion) ha convertido la ropa en artículos desechables, al igual que nos acostumbramos a los plásticos de un solo uso, nos hemos acostumbrado a la moda de un solo uso”. Lo denuncia Celia Ojeda-Martínez, responsable de Biodiversidad y Consumo de Greenpeace, al hilo del informe Regalos envenenados (Poison gifts, en inglés), elaborado por Greenpeace Alemania. El estudio revela cómo las exportaciones de ropa usada se utilizan también para deshacerse de los restos textiles, que no somos capaces de gestionar en Europa.
La investigación se difunde en abril de 2022 coincidiendo con la celebración de la Circular Sustainable Fashion Week en Madrid. Se trata de un evento que quiere demostrar cómo el sector textil puede existir de manera sostenible y socialmente justa. “Con esta investigación, hemos evidenciado cómo los países y las empresas del Norte Global están evadiendo su responsabilidad a la hora de gestionar las enormes cantidades de ropa que no se venden o se desechan, muchas de ellas con compuestos peligrosos. Dejan a la gente de África Oriental sola ante los desechos plásticos y textiles exportados, sin ninguna infraestructura para su eliminación”.

Ropa vieja y sobreproducción acaba en vertederos
El estudio aporta impactantes fotos y vídeos que documentan las devastadoras consecuencias para las personas y el medioambiente en países como Kenia y Tanzania. Enormes montañas de basura que contaminan los ríos y el aire. Y es que la sobreproducción en la industria de la moda rápida está causando montañas de basura cada vez más grandes en el Sur Global.
Tal y como se detalla, solo en Alemania se recogen cada año más de un millón de toneladas de ropa vieja. Menos de un tercio se revende como artículos de segunda mano. En España, se estima que cada año en torno a 990.000 toneladas de productos textiles van a parar a los vertederos. Sin embargo, las tasas de reciclaje textil siguen siendo bajas: solo entre el 10-12 % de los residuos textiles post-consumo se recoge por separado para su reutilización y/o reciclado. Y menos del 1 % de la producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir, con el mismo uso o similar.
África y Europa del Este son los mayores receptores de ropa usada
Muchas prendas de vestir ya no tienen valor de mercado porque están defectuosas, sucias o no son adecuadas para el clima local. Así lo analiza este estudio, que indica que la mayoría de esta ropa usada se exporta a Europa del Este y África.
Junto con la sobreproducción procedente de todo aquello que la fast fashion no puede vender, estas prendas acaban en vertederos, en ríos o son incineradas al aire libre. Así contaminan el aire y el agua. Y las cifras son escalofriantes: un camión por segundo de ropa usada termina en vertederos, ríos o incineradoras en el mundo.
Según el estudio, desde mediados de los 90 el volumen de ropa recogida crece en un 20 % cada año. Y las cifras siguen aumentando al mismo ritmo que aumenta la producción de la fast fashion. Pero solo un pequeño porcentaje de esta ropa es revendida en el mismo país en el que se recoge. Entre un 10 y un 30% en Reino Unido, y tan solo un 8% en EE UU y Canadá. Se estima que más del 70 % de la ropa reutilizada de UK acaba en el extranjero.
Demanda de acuerdo internacional que controle la exportación de deshechos textiles
“No basta con escribir la palabra ‘sostenible’ en los textiles o basarse en falsas soluciones como solo el reciclaje, hay que cambiar el modelo de negocio”, subraya Ojeda-Martínez. “Al igual que con el clima, necesitamos un acuerdo internacional que prohíba la exportación de desechos textiles, que regule los diseños para que sean verdaderamente reciclables y fomente una economía circular, así como un impuesto global que incluya el principio de quien contamina paga. Eso significa que la industria textil es financieramente responsable del coste de limpiar el daño ambiental y a la salud generado a lo largo de la cadena de suministro, es decir, en toda la vida útil del producto”.
Es necesario un cambio en el sector textil y fomentar alternativas como la slow fashion, todo lo contrario a la fast fashion.