Los desiertos que vienen «si no hacemos algo antes para mitigarlo»

Foto: Greenpeace

La Agencia Europea de Medio Ambiente prevé que la Península Ibérica sea la región europea más afectada por la sequía.

«Ante el riesgo acuciante de desertificación y sequía en España, y los devastadores problemas asociados, sólo hay una solución: frenar el cambio climático y fortalecer el medio rural». Lo ha declarado Julio Barea responsable de aguas de Greenpeace, coincidiendo con el Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía 2020, «Es fundamental darle la vuelta al sistema y cambiar el modo de consumo y producción para evitar que España se convierta en un territorio desertificado en los próximos años».

Entre el 75% y el 80% de España está en riesgo de convertirse en desierto a lo largo de este siglo, según reconoce el propio Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Desertificación y sequía son dos fenómenos diferentes pero íntimamente relacionados por la acción que el ser humano ha provocado en su entorno. Y ambos se agravarán en un futuro cercano, como consecuencia del cambio climático, «si no hacemos algo antes para mitigarlo».

Cambio climático y agricultura intensiva, combinación letal para los ecosistemas

Siguiendo con el ejemplo de la península ibérica, Ecologistas en Acción llama la atención sobre las insostenibles políticas de aumento continuado del regadío en España. «La intensidad de la producción agraria en los regadíos orientados a la exportación, así como la puesta en regadío de cientos de miles de hectáreas de cultivos leñosos de secano, están incrementando la degradación de los suelos, su erosión y la escasez del agua en los ríos y acuíferos», subrayan. El tipo de agricultura que se está sosteniendo en las diferentes regiones es clave para la conservación de los ecosistemas acuáticos y de suelos fértiles, ambos imprescindibles para garantizar la conservación de la biodiversidad y la vida de las personas.

El regadío supone más del 84 % del consumo total de agua en el Estado español. Actualmente hay registradas más de cuatro millones de hectáreas regadas, según los planes hidrológicos vigentes, a los que habría que añadir un 5-10 % más de regadíos ilegales. Entre otros cultivos, destaca el rápido crecimiento de la superficie regada de olivos, viñedos y almendros que siempre se han producido en secano, pero que ahora, para incrementar su productividad, se ponen en regadío. Una amenaza para la calidad del suelo y la disponibilidad hídrica en zonas como Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, donde hay una creciente escasez de agua.

A la vez que no deja de aumentar la demanda de agua para la agricultura intensiva, se está produciendo una reducción del volumen de agua que circula por los ríos y alimenta los acuíferos como consecuencia de los efectos del cambio climático. Según el informe La incidencia del cambio climático sobre los recursos hídricos en España y la evolución de las demandas, hay aproximadamente un 20 % menos de los recursos hídricos de los que se disponían a principios de la década de los noventa. En ese escenario, es previsible que en los próximos años se produzcan situaciones de colapso hídrico y medioambiental en amplias zonas del país.

¿Qué es la desertificación?

La desertificación es la degradación de las tierras de zonas áridas y semiáridas causadas por las variaciones climáticas y las actividades humanas. De forma algo más extensa, la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación define la desertificación como «degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como resultado de diversos factores, incluidas las variaciones climáticas y las actividades humanas». La degradación de la tierra se define a su vez como la reducción o pérdida de la productividad biológica o económica de las tierras secas.

La desertificación se produce en todos los continentes, excepto en la Antártida, y afecta los medios de vida de millones de personas. La desertificación tiene lugar en todo el mundo en las tierras secas, y sus efectos se experimentan a nivel local, estatal, regional y mundial. Las tierras secas ocupan el 41% de la superficie terrestre de la Tierra y albergaban ya a más de 2 mil millones de personas a comienzos del siglo XXI, una cifra que continúa incrementándose. En la actualidad la desertificación afecta a más de 110 países. Se calcula que cada año se pierden seis millones de hectáreas de tierra productiva.

La Asamblea General de Naciones Unidas designó en 1994 el 17 de junio como Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. La efeméride coincide con el aniversario de la adopción de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.

¿Qué es la sequía? ¿En qué se diferencia de la desertificación?

La sequía se produce cuando las lluvias son inferiores a los niveles normales, causando una grave falta de agua. La sequía se produce en periodos de corto o de medio plazo, mientras que la desertificación, es un fenómeno a largo plazo.

¿Qué consecuencias tienen la desertificación y la sequía?

Ambos fenómenos, sequía y desertificación, además de tener efectos devastadores para el medio ambiente y la biodiversidad, pueden tener graves consecuencias sociales y económicas (obliga a la población a abandonar las zonas afectadas, genera pobreza, problemas de salud…).

¿Dónde hay mayor riesgo de desertificación en Europa?

A nivel europeo, el riesgo de desertificación y sequía es especialmente grave en el sur de Portugal, España y el sur de Italia, el sureste de Grecia, Malta, Chipre y las zonas ribereñas del mar Negro en Bulgaria y Rumanía.

Propuestas de lucha contra la desertificación y la sequía

En el Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía 2020, Greenpeace propone al gobierno español lo siguiente:

  • Cumplir con el objetivo de reducción de las emisiones de CO2 de al menos el 55% en 2030, respecto a 1990, y alcanzar el cero neto en 2040.
  • Cambiar la política hidráulica hacia un enfoque integrado en la gestión de la demanda, implicando a todos los sectores demandantes de agua y teniendo en cuenta los caudales ecológicos.
  • Perseguir la sobreexplotación y la contaminación de los recursos hídricos, la proliferación de pozos ilegales y el mal uso del agua.
  • Garantizar una política forestal (silvicultura con base eco hidrológica) acorde con las necesidades del país más árido de Europa, adaptando los ecosistemas forestales a los nuevos escenarios de cambio climático, evitando la proliferación de viviendas y urbanizaciones en el espacio forestal y concienciando a la sociedad ante el riesgo que suponen los incendios.
  • Cambiar radicalmente el actual modelo agrícola con una sustancial disminución de los regadíos intensivos e industriales y apoyar la agricultura y ganadería de base agroecológica y de pequeña escala.
  • Frenar la expansión de la ganadería industrial estableciendo una moratoria estatal y desarrollar un plan para reducir la cabaña ganadera.

Sobre el mismo desafío, Ecologistas en Acción propone también a las administraciones poner freno al crecimiento de la demanda de agua para regadío, incrementar la eficiencia en el uso del agua donde se pueda, fomentar cultivos menos consumidores de agua y la reducción de la superficie actual dedicada al regadío.

Calculan que recuperar un cierto equilibrio hídrico requiere la reducción de aproximadamente un millón de hectáreas de riego. «El recorte puede tener un fuerte impacto económico y social, por eso es necesario planificar y poner en marcha, desde este momento, la reconversión de parte del sector agrícola de forma progresiva, con el apoyo de las administraciones públicas, con el fin de que la afección social sea la menor posible», explican.