Estos son los gin-tonics, cervezas, vinos y whiskeys que se han bebido y estos los acuerdos que han incumplido.
El G20 necesitaba desesperadamente un candidato a protagonizar el papel de «malo» en la película del medio ambiente. Frente a un buen malo, cualquier personaje, por débil e impreciso que sea su papel e interpretación, parecerá un encantador candidato a yerno perfecto. Afortunadamente, los cónclaves internacionales disponen en los últimos tiempos del candidato perfecto a villano.
Donald Trump ha cumplido de nuevo las expectativas y nos ha regalado un idóneo malvado de película frente a los adalides del bien. Ojalá todo fuera tan simple y exento de matices. Por desgracia, no lo es. La crónica oficial de la reunión del G20 es conmovedora e inquietantemente decepcionante.
Si usted entra ahora mismo en la web oficial del evento y busca informarse de la forma más directa de lo acontecido en este encuentro, la más reciente información que, oficialmente, le proporcionará la organización será acerca de las bebidas oficiales degustadas por las delegaciones participantes. Del Roku Gin a la Asahi Super Dry, pasando por el Goshun Tokujin al Suntory Whiskey Kakubin… Cervezas,whiskeys, sake, vino… Es fácil saber como se han hidratado etilicamente nuestros representantes internacionales, pero menos asequible discernir los entresijos de la realidad de sus acuerdos. Ojalá pudiéramos haber acudido a contar de primera mano lo acontecido. En todo caso, es fácil analizar que la realidad dista mucho de la que vemos en los titulares oficiales.
Compromisos imprecisos y ausencia de medidas concretas
‘Lo estamos haciendo de vicio, no hay nada que corregir, todo va de fábula, no hemos cometido ningún fallo, ni error, somos fantásticos, todas las decisiones tomadas han sido correctas. Hay que insistir en las mismas estrategias’ . El documento de 13 páginas y 43 puntos firmado por 19 de 20 miembros podría reducirse a ese conjunto de lugares comunes: ninguna autocrítica, ningún punto de inflexión relevante. El «cambio climático» (ojo, no asumen la «crisis climática») se expone en los puntos 35 y 36.
En diplomacia internacional la hipocresía ambiental sale barata
Se esperaba que otros países se alinearan con la postura estadounidense que cuando menos podríamos cualificar de «sincera» renunciando a firmar un documento donde se hablase de sostenibilidad. Se hablaba por ejemplo del Brasil de Jair Bolsonaro. Paradójicamente, Brasil no ha tenido prejuicio alguno en firmar un documento donde entre otras cosas se habla de enfoques basados en el respeto a los ecosistemas y comunidades y a la búsqueda de soluciones basadas en la naturaleza y el conocimiento tradicional e indígena. Y esto mientras puertas adentro se acomete la más agresiva presión a esas comunidades indígenas, con la postura más agresiva en lustros frente a estas poblaciones. ¿Por qué esa hipocresía? Porque no tiene consecuencias. Todos están encantados de conocerse. Firman papel mojado que pueda ser convenientemente difundido blanqueando la realidad de sus insostenibles políticas.
«Tomamos nota…», dice el documento, ‘pero nos importa más bien poco’, olvida decir. En el colmo de las ironías, el documento incluso felicita las políticas ambientales de Estados Unidos aún cuando el propio Estados Unidos renuncia a comprometerse con sus compañeros de mesa en la retórica. Incluso Australia firma sin complejos el documento, ¿por qué no? No importa que al mismo tiempo hayan dado todas las facilidades al que ya se considera uno de los proyectos más contaminantes permitido en el planeta Tierra en las últimas décadas, la polémica mina de carbón de Adani Carmichael. Muy próxima a la Gran Barrera de Coral, cuya afectación es muy probable, esta inmensa mina a cielo abierto disparará las exportaciones de carbón del continente australiano y multiplicará el impacto de Australia en la crisis climática.
Y así país tras país, hipocresía tras hipocresía. ¿Para qué firmar documento alguno? Pura propaganda. Punto 43: gracias a Japón por acoger esta cumpre en Osaka. Nos vemos en Arabia Saudí en 2020, en Italia en 2021 y en India en 2022. La agenda ya está marcada. Incluso podríamos ir redactando los documentos previamente y ahorrándonos tiempo. Total… ¿qué va a cambiar?