Ciudades como Berlín, Barcelona y París dan los primeros pasos. Greenpeace anima a planificar en ese sentido.
«Este conjunto de medidas se pueden implantar de manera rápida y a coste muy reducido, ya que se emplean vallas, señales y pintura sin necesidad de obras de construcción. Estos planes pueden complementarse con medidas de gestión, como, por ejemplo, modificando la programación de los semáforos para evitar la acumulación de grupos numerosos de peatones esperando para cruzar». Lo explicaba así Adrián Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace, al hilo de la propuesta del colectivo para repensar el espacio urbano en el escenario post-cuarentena por la crisis sanitaria de coronavirus.
Las claves serían generar espacio suficiente para caminar manteniendo la distancia de seguridad, mejorar los servicios de metro y autobús y poder moverse en bicicleta de forma segura y accesible. Greenpeace anima a los ayuntamientos a tener en cuenta estos requisitos básicos para poder garantizar la movilidad cuando comience el fin del confinamiento. Para ello, es necesario modificar el diseño de las calles y una planificación basada en las necesidades de todas las personas y no solo de las que se mueven en coche.
Consenso de expertos y colectivos sociales
Greenpeace se suma así a los técnicos, expertos, colectivos sociales y a la ciudadanía que ya están solicitando cambios urgentes en el espacio urbano, siguiendo la estela de otras ciudades en todo el mundo que están apostando por soluciones de urbanismo táctico.
En especial, destacan las medidas relativas a ampliar de manera provisional la superficie peatonal para garantizar el espacio entre las personas transeúntes, ya sea peatonalizando calles completas o extendiendo las aceras mediante vallas sobre la calzada. El Ayuntamiento de Barcelona por ejemplo, ha sido pionero en anunciar a finales de este mes de abril que acometerá estas medidas actuando sobre 32 kilómetros de sus principales calles, como Diagonal o Gran Vía.
Limitar el coche, apuesta por la salud colectiva
«Apostar por el automóvil particular para defenderse del virus es un error. Incluso en un futuro donde se reduzca la movilidad en su conjunto, bastaría que un 10% de los viajeros del transporte público se cambiasen al coche para colapsar totalmente una ciudad», sentencia Fernández.
De forma paralela, hay que recordar que junto a la necesidad de ofrecer espacios públicos seguros para todas las personas, están los estudios científicos que comienzan a vincular la contaminación atmosférica con la afección de la COVID19.
Ciudades más resilientes
«El futuro de las ciudades está en juego», subraya Greenpeace. En ese sentido, para conseguir urbes más resilientes, seguras y sostenibles, la estructura urbana debería modificarse de forma que pongan a las personas en el centro y sean capaces de adaptarse más rápidamente a futuras crisis.
«La forma de comprar, alimentarnos, movernos y usar el tiempo libre va a cambiar y solo adaptándonos de una forma sostenible es posible asegurar un futuro mejor para la ciudadanía», afirma Celia Ojeda, responsable de la campaña de Ciudades de Greenpeace.
Los vecindarios o distritos deben aumentar su representatividad, inspirándose en el ejemplo propuesto por París de redibujar la ciudad a 15 minutos, con todos los servicios esenciales disponibles a un cuarto de hora andando. Además, el cambio de modelo dentro de la ciudad pasa por una producción más local, ecológica y de proximidad, donde las propias urbes y zonas colindantes sean las productoras de alimentos.