El aniversario más triste de la histórica prohibición de la caza comercial de ballenas

Una ballena y su cría
Foto: CBI
Japón ha roto el consenso y vuelto a cazarlas este verano.

El 23 de julio de 1982, hace treinta y siete años, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) votó para prohibir la caza comercial de ballenas. Un día histórico que abría una esperanza de futuro para varias especies en peligro de extinción vetando la caza y sacrificio de ballenas con fines de lucro. Aunque habría que esperar algunos años para que esta moratoria entrase en vigor. Un «triunfo de la decencia y compasión humana» o «una increíble victoria» fueron algunos calificativos de los ambientalistas para aquella jornada, tal y como recogía la prensa de la época.

No fue un freno total y absoluto a esta práctica de caza, pero fue un paso muy importante. Hay que recordar que, en primer lugar, los países que no estaban dentro de la CBI no se dieron por aludidos. En cualquier caso, algunos de ellos la permiten en términos de su relación con prácticas culturales indígenas. Es el caso de los inuit en Canadá. Pero la presión internacional no conseguiría hasta varios años más tarde que países como Japón, Noruega o Islandia, con las flotas balleneras más grandes, frenasen esta caza. Y una no pequeña cuota de caza ha seguido manteniéndose, bajo el subterfugio de presuntos fines de investigación científica.

Japón deja la Comisión pero a los japoneses ya no les interesa la carne de ballena

A finales de 2018, Japón comunicaba que dejaba de formar parte de la CBI y se disponía a volver a la caza de ballenas. El gobierno autorizaría así que, en aguas propias, los barcos japoneses pudiesen cazar anualmente hasta 250 ejemplares. Al tiempo, se permitiría su venta en lonja y comercialización de la carne. La administración argumentó razones «culturales» para este cambio de rumbo.

Pero ironicamente, la realidad no parece justificar este giro en el tema. De hecho, en Japón se había seguido comercializando carne de ballena. Bajo el mencionado subterfugio de las expediciones científicas, los balleneros japoneses seguían cazando un elevado número de ballenas. Y su carne era colocada en el mercado. Pero al mismo tiempo, la ciudadanía japonesa cada vez más ha venido rechazando este consumo.