Edulcorantes sintéticos modificarían las neuronas cerebrales y el hígado

Parte superior de botellas de vidrio con chapa de refresco de cola y naranja
Imagen de Marie Sjödin en Pixabay

Investigadores del francés Instituto Nacional para la Investigación Agronómica (INRA) y de la Universidad de Adelaida firman un estudio publicado recientemente en el European Journal of Nuclear Medicine and Molecular Imaging sobre el uso de edulcorantes artificiales. Los científicos han probado durante tres meses los efectos metabólicos de la mezcla de acesulfamo K – sucralosa en animales a una dosis idéntica a la que proporciona el consumo diario de aproximadamente medio litro de una bebida «ligth» en los seres humanos.

¿Qué son y para qué se usan el acesulfamo de potasio (K) y la sucralosa?

En aras de sustituír parcialmente los azúcares por edulcorantes sintéticos, la mezcla de acesulfamo de potasio (K) y sucralosa es una de las más habituales en el mercado. En la actualidad se utilizan muchas mezclas de edulcorantes artificiales, pero se calcula ue alrededor del 90% de las bebidas “ligth” usan el acesulfamo de potasio (K), que tiene un fuerte poder edulcorante pero con un retrogusto metálico, junto con la sucralosa, que enmascara este mal sabor. No hay duda de que estos edulcorantes sintéticos reducen la ingesta calórica, pero no hay datos suficientes sobre sus efectos metabólicos. La pandemia de obesidad ha provocado que los fabricantes de alimentos, para mantener el sabor dulce en los productos sustituyan parcialmente los azúcares por edulcorantes sintéticos.

El acesulfamo de potasio, conocido también como Acesulfamo potásico o acesulfamo-K (K es el símbolo del potasio) es es un edulcorante artificial acalórico. En la Unión Europea se le identifica bajo el código de aditivo E-950. Por su parte, la sucralosa es un organoclorado utilizado como edulcorante común de los alimentos. Actúa en los receptores del tracto gastrointestinal produciendo el sabor dulce y estimulando la secreción hormonal. Su poder edulcorante es 385 a 650 veces mayor que la sacarosa (azúcar común). En la UE se le asigna el código de aditivo E-955.

¿Qué posibles efectos secundarios tienen estos nuevos edulcorantes artificiales?

No es nueva la sospecha de que estas sustancias tienen efectos secundarios adversos. Los investigadores han comentado en particular una disminución de la sensibilidad a la insulina que puede conducir finalmente a la diabetes tipo II. Cada órgano (ya sea muscular, hepático, intestinal, cerebral…) contribuye a la sensibilidad a la insulina del cuerpo en proporción a dos parámetros: por un lado, su avidez de glucosa y, por otro, su peso corporal. Por eso es posible no observar un efecto metabólico en todo el organismo, aunque se produzcan cambios profundos en órganos individuales.

Cambios anormales en neuronas cerebrales e hígado

Este estudio ha revelado que se producen cambios similares a los que se producen cuando una persona se vuelve obesa. Esto es así porque el sistema metabólico sobreestimulado utiliza mucha más glucosa de lo normal. Según los expertos, esta sobreestimulación desequilibra el buen funcionamiento de otros órganos: el metabolismo del cerebro se duplica, lo que conduce a cambios en ciertas áreas, como las estructuras de la memoria o el desarrollo frontal.

Se crean nuevas redes de neuronas anormales en el cerebro. No son idénticas a las redes neuronales tradicionales, sino parecidas a las redes neuronales de las personas obesas. Estos cambios en el cerebro pueden explicar la atracción de las personas obesas a los compuestos grasos o dulces. Por lo que respecta al hígado, la exacerbación del metabolismo de la glucosa lleva a la fibrosis. Esto es, a un aumento anormal en la cantidad de tejido fibroso en un órgano. Esto es un factor que aumenta la posibilidad de desarrollar una cirrosis en la última etapa. También las posibilidades de desarrollar diabetes tipo II.

A la luz de estos resultados, los investigadores sugieren realizar estudios adicionales para evaluar la relación riesgo/beneficio del consumo de estos aditivos.

Más información
Low-calorie sweeteners augment tissue-specific insulin sensitivity in a large animal model of obesity
Charles-Henri Malbert, Michael Horowitz, Richard L. Young
https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs00259-019-04430-4