Apenas quedan 400 ejemplares y acusan a la administración Trump de favorecer esa extinción.
Las ballenas francas del Atlántico norte (Eubalaena glacialis), que pueden alcanzar los 17 metros de largo y pesar hasta 70 toneladas, se encuentran entre las ballenas más raras de la Tierra. Quedan apenas 400 ejemplares de la ballena franca del Atlántico Norte, apenas la mitad jóvenes. De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha actualizado en la Lista Roja de Especies Amenazadas su valoración al respecto desde el estado de especie en peligro a «especie en peligro crítico» de extinción.
«La ballena franca del Atlántico norte es la primera especie de ballena grande a punto de extinguirse», explica Kyla Bennett, portavoz de la asociación Public Employees for Environmental Responsibility (PEER). «Su extinción es completamente prevenible. La NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) tiene poderosas herramientas para protegerla, pero esta escogiendo no usarlas. Es decir, esta eligiendo su extinción», denuncian desde PEER.
Acusaciones de grave inacción
Los grupos ambientalistas acusan al equipo designado por el ejecutivo Trump para esta área de ceder a presiones de sectores diversos, como el pesquero y la industria de combustibles fósiles. Bajo esas presiones, se estaría minimizando la amenaza y se estaría evitando establecer restricciones imprescindibles para que la ballena franca pueda ser protegida.
Los expertos apuntan a dos tipos de problemas principales que están diezmando la ya escasa población de esta especie. Por un lado, el principal sería sus colisiones con barcos y su problema con diversas artes de pesca usadas en sus hábitats principales. Por otro lado, estarían los que se cualifican de agresivos métodos de prospección usados por empresas de petróleo y gas para sus actividades en alta mar.
Respecto a este último problema, la organización Democracy Forward ha solicitado la intervención de la inspección general del Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Presuntamente, según las acusaciones documentadas por los activistas, cargos políticos de la NOAA habrían modificado las medidas de conservación propuestas por los equipos científicos. Lo sucedido podría haber violado leyes federales que impiden a funcionariado alterar resultados de investigaciones científicas.
La apertura a la pesca de la gran reserva marina también les ha afectado
«Los enredos y golpes de barcos están empujando a estos increíbles animales al borde de la extinción», lamenta Kristen Monsell, directora legal del programa de océanos del Centro para la Diversidad Biológica. «Estados Unidos y Canadá deben hacer más para proteger a las ballenas del exceso de velocidad de los barcos y las muertes lentas y dolorosas en las artes de pesca».
Desde este organismo se destaca también en la lista de agravios que contribuyen a acabar con la especie la reciente orden del presidente Trump que, casi en víspera del Día Mundial de los Océanos 2020, acabó con la protección de la gran reserva marina que había sido decretada en 2016 en la costa este de los Estados Unidos.