Lo usual en los tiempos modernos en la mayoría de pueblos y ciudades es que poco a poco han ido desapareciendo las pequeñas tiendas de barrio, los ultramarinos de toda la vida donde se bajaba a comprar con frecuencia. Al mismo tiempo, aumentaban las grandes superficies comerciales, a menudo menos céntricas, y dónde muchas veces los ciudadanos acuden a comprar con su vehículo.
Elena Belavina, profesora asociada de la Facultad de Administración de Hoteles de la Facultad de Negocios SC Johnson de la Universidad de Cornell, ha analizado como influye esto en términos de impacto ambiental. Y el resultado de la investigación, evidencia que con seguridad volver a llevar las tiendas a los barrios sería una buena idea para reducir el impacto ambiental del desperdicio de alimentos.
La leche en mal estado, las verduras con moho y la carne caducada que descartamos al limpiar el refrigerador contribuyen de manera sorprendente al calentamiento global. Un tercio de todos los alimentos producidos se desperdicia, un problema responsable de las emisiones de carbono equivalentes a todo el transporte por carretera, recuerda Belavina.
Tiendas de cercanía, menor impacto ambiental
«Mientras más tiendas tenga, menor será el desperdicio de alimentos», dijo Belavina, experta en gestión de operaciones y cadenas de suministro. Cuando los consumidores pueden comprar productos perecederos en las cercanías, compran más a menudo pero compran menos cada vez, en última instancia, desperdician menos. «Hay menos comida en casa», explica Belavina. «Como resultado, hay una probabilidad mucho menor de que algo se eche a perder, y en realidad podremos comer todo lo que hemos comprado antes de su fecha de caducidad».
La investigadora ha calculado por ejemplo como en una ciudad de las dimensiones de Chicago, con apenas tres o cuatro tiendas más en un área de diez kilómetros cuadrados, se reduciría el desperdicio de alimentos entre un 6% y un 9%. Esto es equivalente a una reducción de emisiones comparable a la conversión de más de 20.000 automóviles de combustibles fósiles a energía eléctrica. La mayoría de las grandes ciudades están muy por debajo de la densidad ideal de las tiendas de comestibles que minimizarían el desperdicio de alimentos, determinó la investigación.
Idea a considerar en la planificación urbanística
Los planificadores urbanos, los gobiernos municipales y los activistas deberían seguir políticas que fomenten una densidad óptima de tiendas de ultramarinos basadas en la población de cada ciudad, subraya esta investigadora.
«En realidad, vemos algunos movimientos en todo el mundo para retroceder un poco en el tiempo y revivir esas pequeñas tiendas de la esquina, tiendas de formato más pequeño y habitualmente tiendas familiares», señala Elena Belavina.