
Más de 70 colectivos, asociaciones y entidades firman una carta abierta al ejecutivo autonómico aragonés.
Las cifras indican que la matanza de toros es un evento crecientemente en declive en Aragón. Entre los años 2007 y 2019 el descenso de festejos taurinos ha sido significativo, contándose hasta un 39,4% menos. Además de los eventos en plaza, los eventos populares también han descendido significativamente entre 2018 y 2019 a casi la mitad.
Con todo, numerosos colectivos sociales consideran que todavía serían menos si no contaran con ayudas públicas. Es en ese sentido que han unido voz para pedirle en una carta abierta a la administración autonómica que evite destinar ayudas públicas a matar toros. La misiva, que nos llega a través del colectivo Bajo Aragón Animalista, incluye no sólo a asociaciones animalistas y ambientales sino también a sindicatos, centros sociales o entidades culturales diversas, entre otros colectivos.
CARTA ABIERTA DE COLECTIVOS ARAGONESES CONTRA LAS AYUDAS PÚBLICAS A LA TAUROMAQUIA
Las entidades y colectivos abajo firmantes, queremos hacerles llegar nuestro sentir con respecto a la predisposición de las Cortes de Aragón a sufragar al sector taurino tras la crisis por el COVID-19.
En estos momentos en los que la crisis del coronavirus pone en riesgo la vida de decenas de miles de personas en nuestro país, prácticamente 6.000 contagios confirmados en Aragón y casi 900 fallecidos en nuestra comunidad autónoma, y en los que la sociedad en su conjunto se encuentra abocada a una desgarradora recesión económica (riesgo de pobreza, aumento del paro, cierre de negocios, carencias en la atención sanitaria…), es cuando los valores éticos cobran mayor importancia. Las dificultades pueden servir para hacernos mejores y si hay algo que impregna el sentir de la mayoría de los españoles y españolas, es el deseo de que este sea el caso para nuestro país.
En el caso de Aragón, otros campos estructurales merecen una atención prioritaria:
-La Sanidad Pública, que ha puesto en marcha todos sus mecanismos, ha ejercido una labor extraordinaria y sobrehumana en frenar la pandemia, protegiéndonos a todos los aragoneses del virus.
-La Educación Pública, supliendo la supresión de clases presenciales, ha desarrollado un trabajo de adaptación a las circunstancias para impartir una formación de calidad entre todos nuestros escolares, jóvenes e infantiles en esta complicada situación.
-El Medioambiente, equilibrando la autorregulación entre los ecosistemas, propiciando un escudo de salubridad y nivel de vida adecuado para nuestra salud.
-La Cultura y las Artes, que han constituido un bien de primera necesidad para paliar los efectos de estrés, ansiedad y otros desajustes psicoemocionales durante el confinamiento.
-La Agricultura, que ha significado el abastecimiento sin carencias de toda la población española así como de otros países.
-Los Transportes, garantizando el suministro y el aprovisionamiento de alimentos y productos de vital necesidad en todos comercios y, en definitiva, en todos los hogares.
Son estas algunas de las áreas que podrían ver reducida la inversión de fondos públicos, al
destinarse estos, en su lugar, a paliar los costes que ha supuesto prescindir de los ‘festejos’
taurinos.
Por todos es sabido que la tauromaquia se encontraba en declive permanente antes de la
pandemia, pues la propia evolución de la sociedad –el 84% de los jóvenes no están orgullosos de vivir en un país donde la tauromaquia es una tradición cultural (Ipsos Mori, 2015)1 – y las cifras publicadas por los organismos oficiales –el número de festejos taurinos en plaza ha caído en España un 63,4% respecto a 20072– van indiscutiblemente en esta dirección. Por lo que de nuevo nos preguntamos: ¿por qué invertir fondos públicos tan preciados y necesarios en este momento, en una actividad abocada a la desaparición? Lo más sensato sería invertirlos en proyectos de reconversión de las actividades taurinas hacia otras (como ya están haciendo algunas ganaderías y santuarios de animales: transformando sus fincas y terrenos hacia el ecoturismo rural que dé a conocer al toro bravo en las propias dehesas; la agricultura autóctona; los estudios de etología…)
que no vayan a desaparecer en un futuro próximo. Si realmente se quiere echar una mano a las personas de este sector, esa sería la mejor ayuda.
Es, por lo tanto, el momento de realzar los valores que cohesionan a una sociedad, como la
solidaridad y la empatía; también hacia aquellos que no tiene voz para defenderse, pues es
evidente que, cuando el ser humano busca solo su propio beneficio e ignora a los demás habitantes del planeta, la Tierra colapsa. Es hora de que aprendamos y la cultura es de gran utilidad para ello: una cultura que celebre la vida, no la muerte y que promueva la cohesión de la sociedad, no el enfrentamiento entre españoles, en la que además, el año pasado se llevó la vida de 11 hombres, provocó decenas de heridos y causó cuantiosos daños materiales, exponiéndo a la ciudadanía a un grave peligro contra su seguridad.
Como se puede comprobar en la documentación remitida (ver Anexo 1, elaborado por AVATMA: “Situación de la Tauromaquia en España”), el empleo que genera la tauromaquia es escaso, temporal y endogámico, resultando patente que el sector taurino debería contar actualmente con otras fuentes de ingresos, más allá de esta actividad específica, para poder adaptarse al evidente declive que padecen. Este hecho es evidente si se observan los datos ofrecidos anualmente por parte del Ministerio de Cultura. Es por ello, que una reconversión del sector no solo es posible, sino que sería lo más beneficioso para todos los involucrados.
Entiendan que se adhieren a esta carta protectoras de animales, asociaciones, plataformas,
agrupaciones, santuarios y colectivos, por toda la geografía aragonesa, que se dejan la piel cada día para dar un servicio a la sociedad, sanando, esterilizando y dando en adopción a cientos de miles de animales cada año; protectoras y santuarios que han ofrecido sus centros y todo cuanto poseen durante la pandemia para acoger a los animales de los enfermos por la Covid-19 y los de las personas sin techo, o los de las víctimas de violencia de género, entre otras muchas ayudas. Se adhieren a esta carta colectivos de veterinarios que durante esta pandemia se han expuesto para no dejar atrás a los animales que tanto aportan a la sociedad y al corazón de las personas. Sin embargo, las ayudas que reciben unos y otros son prácticamente anecdóticas. Esto hace aún más inaceptable el anuncio de subvenciones a una actividad que vive de torturar a animales como forma de espectáculo, una actividad que anula la empatía y hace del sufrimiento y agónica muerte de un ser vivo, una fiesta. Ayudas a las que, según las encuestas, el 78% de la ciudadanía española se opone (YouGov, 2018)3. ¿Por qué se ignora este sentir popular?
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